Presenciar el ataque de pánico de una persona, especialmente de un ser querido, puede ser una experiencia traumática y muy difícil para cualquiera.

Es habitual sentirse impotente ante lo que parece (pero a menudo no lo es) una situación aparentemente sencilla. Nos gustaría sentirnos útiles para la persona que sufre un ataque de pánico y evitar hacerle más daño.
Intentar comprender lo que le ocurre a la persona
Es probable que las personas que desarrollan un ataque de pánico ya hayan tenido episodios similares en el pasado, que suelen durar unos minutos. Es igualmente probable que se trate del primer ataque de pánico, que normalmente se percibe como un “relámpago”.

Los ataques de pánico se caracterizan por el miedo a una catástrofe o a perder el control, incluso cuando no existe un peligro real. Estos ataques pueden producirse sin previo aviso y sin motivo evidente. En casos extremos, los síntomas pueden ir acompañados de un miedo agudo a la muerte. Aunque son bastante angustiosos y pueden durar de cinco minutos a varias horas, los ataques de pánico en sí mismos no ponen en peligro la vida.
Observar los síntomas
Si la persona nunca ha sufrido un ataque real, sentirá pánico a distintos niveles, entre otras cosas porque no sabe lo que está pasando. Si podemos determinar que se trata efectivamente de un ataque de pánico, esto resuelve la mitad del problema. Los síntomas, según el DSM-5, pueden ser:
· Palpitaciones y dolor torácico
· Aceleración de los latidos del corazón
· Respiración muy rápida o hiperventilación
· Dolores de cabeza
·Dolor de espalda
·Temblor
· Hormigueo en los dedos de las manos o de los pies
· Sudando
· Boca seca

· Dificultad para tragar
· Mareos, sensación de desmayo (normalmente debido a hiperventilación)
· Náuseas
· Calambres abdominales
· Sofocos o escalofríos
Solicitud de asistencia médica urgente
En caso de duda, lo mejor es buscar ayuda médica inmediatamente. Esto es doblemente importante si la persona padece diabetes, asma u otros problemas médicos. Es importante señalar que los signos y síntomas de un ataque de pánico pueden ser similares a los de un infarto de miocardio. Es importante tener esto en cuenta a la hora de evaluar la situación.

Poner a la persona “a salvo” (eliminar cualquier causa o llevarla a una zona tranquila)
Para facilitarlo, pero manteniendo a salvo al individuo, llévelo a una zona diferente, preferiblemente una zona abierta y tranquila. Nunca toque a una persona que esté sufriendo un ataque de pánico sin pedirle y obtener el permiso definitivo para hacerlo. En algunos casos, esto puede aumentar el pánico y empeorar la situación.
Hable en un tono tranquilizador pero firme
Aunque enfrentarse a un ataque de pánico puede resultar una batalla más difícil de lo esperado, es de suma importancia que uno consiga mantener la calma. Dado que la persona en cuestión puede intentar escapar, podemos pedirle que se quede quieta. Pero evita agarrarlos o bloquearlos, ni siquiera suavemente. En caso de que la persona quiera moverse, sugiérale hacer stratching o jumping jacks o dar un paseo, aunque sea corto.

No negar ni menospreciar los miedos
Con frases como “no hay nada de qué preocuparse”, “todo está en tu mente” o “estás exagerando”, sólo conseguiremos exacerbar el problema. Aunque nos parezca evidente que no hay motivos reales para tener miedo, éste es muy real para el individuo. En ese momento lo mejor que podemos hacer es intentar “estar con la persona” para afrontarlo juntos.
Las amenazas emocionales son tan reales como las amenazas de vida o muerte para el cuerpo. Por eso es importante tomarse en serio los temores de la persona que tenemos delante. Si sus temores no están arraigados en la realidad y son reacciones del pasado, puede ser útil proporcionarle algunas comprobaciones concretas de la realidad.

Apoyar emocionalmente y mostrar empatía (nada de decir “¡tranquilos!” o “no hay nada que temer”).
Intentar razonar con la persona sacando a la luz los hechos sólo empeorará la situación. En su lugar, intenta utilizar expresiones como “Sé que estás preocupado, no pasa nada, estoy aquí para ayudarte”, para que la persona se sienta menos sola e inadecuada. Sobre todo, les hace sentirse acogidos en su vulnerabilidad y no ridiculizados.

Es importante que nos pongamos en la piel de la persona que sufre un ataque de pánico. Intentamos ver el suyo como un problema real, como si tuviera un corte en alguna parte y estuviera sangrando profusamente. La situación, desde su punto de vista, es terriblemente real: que la tratemos como tal es la única forma en que podemos ayudar.
No presione
No es el momento de forzar a la persona a responder o a hacer cosas que empeorarían la ansiedad. En su lugar, minimice los niveles de estrés intentando inducir calma y relajación en la persona presa del pánico. No insistir en averiguar la causa del ataque, sobre todo si nos damos cuenta de que esto no es posible por el momento. Puede que sólo empeoremos la situación.
Fomentar el control de la respiración
Recuperar el control de la respiración puede ayudar a eliminar los síntomas y a calmarlos. Muchas personas hacen respiraciones cortas y rápidas cuando les entra el pánico (arriesgándose a hiperventilar), otras aguantan la respiración. Esto reduce el suministro de oxígeno, lo que hace que el corazón se acelere. Intentar que la respiración vuelva a la normalidad puede ser una intervención valiosa:
Pruebe a pedirle que cuente cuántas veces inhala y cuántas veces exhala. Empiece a contar en voz alta, anime al individuo a inhalar hasta dos. Y luego exhalar, de nuevo hasta dos, aumentando gradualmente hasta cuatro y luego hasta seis. Esto, si es posible, hasta que su respiración se ralentice y se regularice.

Haga que la persona inhale por la nariz y exhale por la boca, como si estuviera inflando un globo. Es importante realizar el ejercicio junto con la persona.
Intentar regular la temperatura corporal
Muchos ataques de pánico pueden ir acompañados de sensaciones de calor, especialmente alrededor del cuello y la cara. Un objeto frío, idealmente una toallita húmeda, puede ayudar a menudo a minimizar este síntoma y a reducir la gravedad percibida.
No dejar sola a la persona
Esto es importante, al menos hasta que se hayan recuperado del ataque. Nunca deje sola a una persona que esté luchando por respirar o recuperar el control de sí misma. Una persona con un ataque de pánico puede parecer grosera o maleducada. Sin embargo, siempre debemos recordar por lo que está pasando y esperar a que vuelva a la normalidad. Pregúntale si ha funcionado en el pasado y qué ha hecho, y si ha tomado la medicación y cuándo.

Aunque sintamos que no servimos para nada, recordemos siempre que al menos somos una fuente de distracción para la persona. Si la persona se queda sola, no tiene nada más que a sí misma y sus propios pensamientos. El hecho de que tenga a alguien cerca en ese momento es útil para mantenerla anclada en el mundo real. Estar solo durante un ataque de pánico puede ser una experiencia terrible. Al mismo tiempo, sin embargo, puede ser útil asegurarse de que las personas del entorno se mantienen alejadas de la persona que sufre un ataque de pánico. Aunque estén motivados por las mejores intenciones, es probable que acaben empeorando la situación.
Esperando a que pase
Aunque parezca eterno, el episodio “pasará”. Por lo general, los ataques de pánico suelen alcanzar su punto álgido en torno a los 10 minutos y a partir de ahí se produce un descenso lento pero constante.

Permítase sentir emociones
Perder la paciencia ante el ataque de pánico de otra persona puede hacernos sentir increíblemente culpables o inadecuados. Es bueno recordar que alarmarse y asustarse un poco es una reacción saludable cuando se presencian episodios de este tipo. Si es posible, también puede ser útil proponer a la persona abordar el tema en un momento en el que la activación de la ansiedad haya cesado, para que otra posible crisis en el futuro sea más llevadera para todos.