miedo al contacto, a ser tocado

La hafefobia es una fobia que implica una gran incomodidad o repulsión en el contacto físico con otras personas, al dar o recibir. Se trata de una hipersensibilidad al contacto directo y a la proximidad de un cuerpo con el propio.

Ponerse al lado de alguien en el tren o en el ascensor, abrazarle o tocarle la mano puede desestabilizar a la persona, provocando un sentimiento de rechazo incontrolado.

SÍNTOMAS Y CONSECUENCIAS

Los síntomas pueden estar relacionados con la ansiedad o el estrés:

· Taquicardia

· Sudando

· Dolor torácico

· Asfixia

· Náuseas

· Mareos

· Temblor

· Hiperventilación

· Hormigueo

· Sensación de desmayo o enloquecimiento

· Perder el control

· Alerta constante

· Miedo a morir

La persona siente los tocamientos como excesivos o incluso dolorosos hacia alguien del sexo opuesto o, de forma generalizada, hacia todo el mundo. La persona es inducida a creer que el otro quiere tocarle o violarle constantemente, por lo que es poco propensa a las relaciones interpersonales, llegando incluso a evitar los encuentros y, por tanto, el contacto físico en general.

La hafefobia, no pocas veces, puede derivar en agorafobia, es decir, en la evitación de situaciones o lugares en los que uno puede ser tocado.

También puede ocurrir que la persona tema ser contaminada por otros, hasta el punto de practicar, normalmente con las manos, continuos rituales compulsivos de limpieza.

LAS CAUSAS 

La persona con hafefobia intenta protegerse de la invasión de su esfera íntima y emocional por parte de los demás. A menudo, en la base de este miedo hay un trauma que no se ha superado, normalmente de naturaleza sexual, como abusos pasados que nunca se han tratado y que hacen sentir su eco; es el caso de la Anfobia hacia las personas del sexo opuesto.  Los recuerdos de violencia sexual impiden a la persona dejarse llevar o confiar en alguien, por miedo a volver a sentirse herida de forma inesperada.

El miedo al contacto emocional también puede ser consecuencia de la negligencia emocional de los padres en la infancia o, por el contrario, una defensa contra la intrusión de los padres en la vida de uno. En este caso, la ausencia o la presencia excesiva de los padres puede agarrotar a la persona como un trozo de madera, esforzándose por acostumbrarse a la presencia del otro o, por el contrario, por equiparse contra la invasión de su propio espacio.

El otro es percibido por la persona como un enemigo invasor contra el que hay que defenderse y al que hay que poner muchas defensas y persianas emocionales, para sobrevivir al dolor de sentirse dañado.

Los espacios de autonomía propios se construyen con mucho esfuerzo y dolor; el otro es percibido como una plaga, engorroso, intrusivo, poco cariñoso. Por lo tanto, no revelarse al otro, no darse a conocer es la única manera de hacerse respetar: ser impenetrable.

¿PUEDE CURAR LA PSICOTERAPIA?

La fobia al tacto es un miedo relacionado con la confianza; la psicoterapia permite identificar y procesar situaciones traumáticas o negligencias emocionales que han desestabilizado la confianza en el prójimo, un enemigo acérrimo del que hay que alejarse porque es perjudicial para la propia supervivencia.

La psicoterapia cose las heridas del pasado abordando el trauma y restablece una nueva perspectiva de los acontecimientos y el grado de confianza y seguridad personal perdidos. Evitar el contacto físico no protege, sino que crea más distancias, comprometiendo las relaciones interpersonales; no somos islas destinadas a vivir en soledad, sino un archipiélago hecho de interrelaciones.

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