Miedo a lavarse

Qué es la ablutofobia

El miedo a lavarse o bañarse es una fobia muy poco frecuente, que se da más en mujeres o niños.

Todos los niños cuando llega la hora del baño tienden a rebelarse, pero a esa edad se puede asociar este comportamiento a simples rabietas.

Cuando este malestar persiste en la edad adulta, a largo plazo puede acarrear graves consecuencias relacionadas con la falta de higiene personal y efectos negativos en la vida social, laboral o escolar.

Quienes padecen ablutofobia pueden experimentar un profundo malestar en actividades cotidianas normales como, por ejemplo, lavarse las manos después de comer, ducharse tras una actividad deportiva u otras rutinas de higiene personal.

Este miedo irracional al baño puede desencadenar varios síntomas clásicos de la fobia como: taquicardia, dificultad para respirar, temblores, náuseas. Además, el enfermo puede sentirse desconectado de la realidad y enfrentarse al miedo a perder el control, desmayarse, sufrir un ataque de nervios o incluso morir.

El método más común es la evitación, que consiste en evitar la situación que podría desencadenar el ataque de ansiedad, por ejemplo, evitar bañarse o lavarse las manos. Las personas que “afrontan” una fobia de este tipo mediante la evitación pueden enfrentarse a una serie de problemas sociales y sanitarios, que les llevan al aislamiento y, en ocasiones, incluso a síntomas depresivos.

Las posibles causas de la ablutofobia pueden remontarse a acontecimientos traumáticos, experiencias negativas con el baño o el agua, pero también podría manifestarse como resultado de un miedo a los demás, si un pariente cercano muestra la misma fobia.

Una evaluación inicial es esencial para determinar las razones subyacentes de la fobia y establecer una línea de actuación específica para controlar los estados de ansiedad.

Según el modelo de intervención que aplican los profesionales del Centro Psicológico, se hace necesario intervenir en el aquí y ahora, para ofrecer una respuesta inmediata al problema del paciente que es fuente de malestar; esto se hace a partir de la detección de los llamados intentos de soluciones fallidas (lo que la persona hace para intentar salir de la dificultad) que, sin embargo, al ser ineficaces, si se repiten en el tiempo, en lugar de resolver el problema lo estructuran.

Una vez investigado el funcionamiento del problema, se aplicará el protocolo de intervención. En esta fase de intervención, el objetivo es interrumpir los intentos de soluciones fallidas, precisamente porque son responsables del círculo vicioso disfuncional; esto se hará mediante reestructuración cognitiva y prescripciones estratégicas específicas. Se trata de una intervención específica y breve, de hecho, en las 10 primeras reuniones ya serán visibles los cambios conseguidos.

Estaremos encantados de escuchar lo que piensas

Deje una respuesta