Puede sonar extraño, pero también existe el miedo al ácido. Se llama acerofobia (del latín acer, que significa agrio, y del griego phobos, que significa miedo) y básicamente significa tener terror a comer cualquier tipo de alimento ácido.
¿Cuáles son, en concreto, los alimentos que los agrifóbicos temen comer? Todos aquellos que pueden desencadenar una serie de reacciones ácidas, eliminando minerales del organismo. Hablamos en general de carne, pescado, legumbres, productos lácteos con todos los principales quesos frescos y curados (incluida la mantequilla). Pero también los cereales, el pan y la harina integral, los cacahuetes, los frutos secos, el marisco, el salmón, los huevos, los alimentos refinados, el azúcar granulado, el chocolate, el té y el café.
Pero también hay frutas muy ácidas, como la piña y el mango. Y los que padecen arcefobia no incluyen en su dieta verduras congeladas, setas y achicoria. También hay que eliminar el vino y el alcohol en general, la cerveza y las bebidas gaseosas.
Una parte fundamental son las legumbres, especialmente las secas. El acerofóbico no come alubias, lentejas, garbanzos ni habas. También cereales como la avena, el centeno, el trigo, el maíz, la cebada y el arroz. Lo mismo ocurre con el pan de trigo y el pan blanco, el huevo y la pasta integral, los copos de maíz y los copos de avena.
Quienes padecen acerofobia presentan síntomas similares a los de otros miedos generados por un bloqueo mental. El mero hecho de tener la temida comida delante de los ojos provoca ansiedad y genera impotencia, el deseo de evitar cualquier contacto con la mesa. Todo ello provoca pánico y ansiedad, sudoración excesiva, taquicardia, dolores o contracciones en el pecho. Pero también temblores excesivos, náuseas y dolores de cabeza, sofocos, nerviosismo injustificado.
De hecho, se trata de un trastorno alimentario, caudado por factores como la baja o nula autoestima, el deseo de ser siempre perfecto, la dificultad para conectar con otras personas. Pero también factores desencadenantes como el duelo o un abandono doloroso.
Por eso es importante reconocer los síntomas a tiempo y buscar la ayuda de un especialista, como un psicólogo o psicoterapeuta. Al iniciar un programa psicoterapéutico específico y eficaz, la fobia puede abordarse y superarse. La mejor terapia suele ser psicoterapéutica, farmacológica o una combinación de ambas.
El tratamiento con ansiolíticos y antidepresivos ayudará a controlar cualquier crisis. Los betabloqueantes, por su parte, pueden utilizarse para prevenir los temblores y las palpitaciones. Pero tienes que ir a la base para salir de ella.